Acerca del Autoconocimiento en nuestros días.
Para los que hemos tenido la oportunidad de encontrarnos y reencontrarnos en la perspectiva de lo humano, no cabe duda alguna acerca de la importancia del autoconocimiento. Tema y discusión siempre permanente desde Nuestro Sócrates. Sin embargo, en los tiempos actuales, tal temática parece paradójica, pues creemos vivir en el mundo de las comunicaciones y resultamos estar incomunicados con nosotros mismos.
Convivimos a diario con equipos que nos permiten (o hacen creer) conocer lo que pasa en muchos rincones del mundo; conversar con nuestros amigos a pesar de estar distanciados por cientos o miles de kilómetros y, sin embargo, algunas veces no sucede lo mismo cuando nos referimos a nuestros propios procesos de exploración tanto intelectuales como emocionales. Para tales procesos todavía no han sido inventadas tecnologías que nos permitan alcanzar tal nivel de efectividad, tal como sucede cuando nos comunicamos con nuestros amigos residentes en Santiago, Iquique o Sydney. Y en razón de esta falencia, permanecemos viviendo y sintiendo desconocimiento hacia lo que estamos siendo, a tal grado que en muchas oportunidades no somos capaces de comunicarnos con nuestra corporeidad. Es como si fuéramos, paulatinamente, perdiendo los nexos esenciales con las necesidades de nuestro cuerpo. En verdad, muchas veces no necesitamos comer todo lo que comemos, ni beber todo lo que bebemos, es más, muchas veces no sabemos por qué estamos comiendo o bebiendo si no hemos sentido sed o hambre... y en este recurrente actuar de desconexión vamos, sin darnos cuenta, perdiendo la fortaleza de nuestra voluntad e iniciando y experimentando los conocidos estados de ansiedad, angustia, depresión, que al final de cuenta no son más que el llamado desesperado de nuestro organismo por ser escuchado ¿cuántas horas estoy trabajando diariamente?, ¿cuánto disfruto mi trabajo? , ¿cuánto tiempo estoy dedicando a mi familia y amigos? , ¿cuánto tiempo tengo para dedicarme a lo que más me agrada? ...y ¿qué es lo más me complace hacer? , son preguntas que están esperando respuestas y por más que suba el volumen de la radio de nuestro automóvil, si el motor de nuestro carro tiene un sospechoso sonido resulta conveniente detenerse y echarle un vistazo. Si somos mecánicos o tenemos cierto conocimiento en el área nos animaremos a solucionar la causa de tal extraño sonido, en caso contrario llamaremos a un amigo con mayor conocimiento en la materia o simplemente contactaremos a nuestro servicio en la ruta o trasladaremos nuestro coche al taller más cercano. Estando en el taller el mecánico diagnosticará el problema y nos dará las posibles soluciones, algunas tan simples como apretar una bujía o en otros casos cambiar la empaquetadura de la culata. Al final de cuenta y después de algunos días en el taller, nuestro coche estará listo para la marcha nuevamente y ya no necesitaremos subir, más de la cuenta, el volumen de la radio.
Desafortunadamente los problemas humanos no pueden ser solucionados tan rápidamente como los mecánicos, pero al igual que ellos necesitan de un diagnóstico acertado y de un plan de acción para su reparación. La pregunta en qué estamos fallando nos lleva necesariamente al inevitable plano de la reflexión. Cómo podemos superar nuestro problema si no tenemos instrumentos adecuados para comprender y visualizar las posibles soluciones, por tal razón la reflexión ES el instrumento más importante para alcanzar la solución de nuestros problemas o dilemas y alcanzar el camino del auto conocimiento.
Desde esta perspectiva, la reflexión es el instrumento que nos permite visualizar lo que estamos siendo y lo que estamos pensando del mundo que nos rodea. Sin reflexión no existimos, más bien nos desvanecemos en el diario vivir que nos lleva a desembocar, cuán violento torrente de río en la muerte. ¿Es acaso la vida una excusa necesaria para la muerte? Y cómo mi vida se puede convertir en esa repulsiva excusa.
Al parecer, en nuestra sociedad muy pocos o nadie nos alerta de la importancia de este ejercicio reflexivo, condición esencial de nuestra humanidad. Muy por el contrario, muchos parecen estar más preocupados de la dieta del cuerpo, en desmedro de la dieta del espíritu.
A nadie se le ocurriría recomendar a un participante de un show de obesos la lectura de Platón o Marcuse y menos Unamuno, Erich Fromm o Freud. Parecería una locura, tan sólo pensarlo, y sin embargo muchos de estos pensadores tendrían algo o mucho que compartir con estos participantes. ¿Cómo entender que seres humanos ‘normales’ lleguen a tales niveles de obesidad? , ¿cómo entender que los países llamados desarrollados tengan los índices más altos, a nivel de epidemia, de obesidad? Y ¿cómo entender que este tipo de espectáculos tengan miles de obesos o potenciales obesos como espectadores? Y ¿qué motivación puede tener un ser humano ‘normal’ a ser parte de este diario padecimiento?
No será necesario reflexionar acerca de lo que otros han escrito respecto de la voluntad, tipos de inteligencia, evolución de las emociones, autoestima, etc. No será necesario complementar nuestros ejercicios corporales con ejercicios reflexivos que nos lleven a vivir una vida crítica, balanceada y, en consecuencia, saludable.
Los emperadores romanos sabían utilizar muy bien la estrategia de pan y circo, pero ¿no será hora de dar vuelta la página de tan grotesca manipulación?
En Terapia Gestalt, la dimensión reflexiva podría considerarse el "darse cuenta" de F. Perls; que es como "la melliza desdibujada de la conciencia"... la llama él. Una conciencia relajada que podemos focalizar a nuestra voluntad. Fuera de nosotros, en nuestro cuerpo y sensaciones internas o en nuestro pensamiento e imaginación. Tres zonas del darse cuenta mediante las cuales abarcamos nuestro (s) mundo (s). Abrazos
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